martes, 1 de abril de 2008
Construcción social y construcción nacional
Rafa Larreina
A la vista de los recientes resultados electorales quizás muchos abertzales están pasando por momentos de desconcierto y de preocupación por el futuro de nuestro país. Surgen muchas preguntas sobre lo que ha pasado y lo que hay que hacer, siempre pensando en un futuro mejor.
Han sido más de una y de dos las personas que en estos últimos días me han trasladado estas preocupaciones y me han formulado estas preguntas. Mi respuesta ha sido la necesidad de seguir trabajando con más ímpetu, volviendo al espíritu de los comienzos del proceso de transición de la dictadura a la democracia, y de corregir el rumbo allá donde sea necesario para avanzar en el camino de la construcción social, de la Justicia social, la base más sólida para abordar con éxito la construcción nacional.
Los aficionados a la montaña sabemos muy bien que los repechos del camino, que a veces nos ocultan la cima, no nos deben hacer olvidar que la cima existe y, por tanto, tampoco nos deben llevar a abandonar el camino. El símil es perfectamente trasladable a la situación postelectoral vasca. De igual manera, las fuerzas abertzales debemos mantener el rumbo, por encima de coyunturas electorales adversas, y debemos seguir trabajando en busca de un nuevo pacto de convivencia, basado en el respeto a la decisión de la ciudadanía vasca, que ponga fin al conflicto político de fondo.
En ningún caso podemos concluir que la razón del descenso electoral se sitúa en la defensa del derecho a decidir de la sociedad vasca o en la propuesta de un nuevo marco político para nuestro país. Eso sí, quizás sea el momento de hacer un alto en el camino y repensar las estrategias.
Treinta años de gobierno han hecho mella en el llamado nacionalismo institucional, que ha ido perdiendo el músculo de los comienzos y cogiendo ciertos vicios típicos de la burocratización. En otras palabras, a medida que ha pasado el tiempo, nos hemos entretenido con la mera gestión, hemos ido perdiendo la perspectiva del para qué de las cosas, del para qué de nuestras reivindicaciones nacionales, llegando quizás a desconectar en cierta forma de las aspiraciones de la ciudadanía.
Sé que estas palabras pueden sonar duras pero pueden servir para provocar una reacción. Es cierto que la gestión es importante y no es menos cierto que se ha hecho y se sigue haciendo una buena gestión, dando respuestas eficaces a los problemas diarios de los ciudadanos. Pero igualmente cierto y constatable es el progresivo incremento de la conflictividad laboral en los servicios públicos y que en la ciudadanía empieza a calar la sensación de que esto ya no es como antes. Porque en el esquema de valores del ciudadano medio el superávit presupuestario, por muy positivo que sea, está muy por debajo de la respuesta que él ve por parte de la Administración a sus necesidades diarias. Hasta el extremo de que la demanda social puede llegar al choque frontal con políticas económicas basadas en el superávit público.
Para quienes militamos en Eusko Alkartasuna, que reivindicamos un proyecto de nación de y para los ciudadanos basada en la justicia social, de modo que esté garantizada la igualdad real de oportunidades para todas las personas, es una prioridad poner fin a la separación creciente y el enfrentamiento permanente entre el llamado nacionalismo institucional y el sindicalismo nacional vasco. Tenemos que poner las bases para conseguir un pacto social que nos permita avanzar por caminos de construcción nacional. Ese gran pacto social es necesario para poder reforzar el Estado de Bienestar y abordar los retos que la evolución demográfica, el envejecimiento de la población y la ralentización económica nos están poniendo sobre la mesa.
Autogobierno es sinónimo de bienestar pero si no somos capaces de plasmarlo en hechos concretos, de lograr que ésta sea una percepción asumida con normalidad por la ciudadanía, como ya lo hicimos en los comienzos de la institucionalización democrática, difícilmente lograremos sumar voluntades que lleven la reivindicación del derecho a decidir, y su ejercicio, por un camino sin vuelta atrás. Éste es el reto que tenemos entre manos.
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