viernes, 11 de septiembre de 2009

Un gran político


11.09.2009 -CARLOS GARAIKOETXEA

Resulta difícil verter en unas líneas el cúmulo de sentimientos y recuerdos que a uno le asaltan, emocionadamente, al recibir la noticia de la muerte de quien fue compañero entrañable en nuestra andadura política de estos últimos 30 años.

Tuve el privilegio de contar con la inestimable colaboración de Javier Caño, primero como secretario general del Consejo General Vasco que me tocó presidir entre 1979 y 1980; posteriormente, como consejero de la Presidencia del primer Gobierno vasco (1980-1984), y nuevamente como consejero de Trabajo en el segundo Ejecutivo que inició su andadura en 1984. Después fue consejero de Justicia en representación de EA en el Gabinete de coalición de la cuarta legislatura presidida por el lehendakari Ardanza.

Provisto de una solida formación jurídica, profesor y decano de Derecho de la Universidad de Deusto, Javier Caño fue una figura clave en la organización de la nueva Administración Pública Vasca, que hubo que construir desde sus cimientos, cuando se carecía de la más elemental infraestructura material y, por supuesto, del menor entramado organizativo de un Gobierno hasta entonces inexistente, salvo el simbólicamente presente en el exilio. Javier Caño, con su bagaje intelectual y su fino sentido jurídico, fue el buen arquitecto que necesitábamos en aquellas difíciles circunstancias.

Pero si Javier fue un excelente político, como persona fue especialmente querido por propios y extraños. Tras su aparente seriedad, nos alegró la existencia con su fino sentido del humor, aliviando las inevitables tribulaciones que nos deparó con cierta frecuencia aquel difícil período de nuestra reciente historia.

Fue tan abnegado en la entrega a sus ideales cuando le correspondió ocupar altos cargos, como cuando hubo de trabajar silenciosa y sacrificadamente al servicio de su partido, Eusko Alkartasuna, en el que dejó el inestimable legado de sus propuestas para un nacionalismo cívico y progresista, siempre formuladas desde el rigor jurídico y su honda concepción humanista.

Nuestro país ha perdido, sin duda, a uno de los principales artífices de su reciente desarrollo político e institucional. Sus compañeros le añoraremos siempre con especial cariño y gratitud.

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